Y me observo en mitad del bosque entre árboles, flores, y cielo. Podría disfrutar del aroma de la hierba, del sol calentando mi piel o de los susurros del viento sino fuera por el miedo que habita en mi cuerpo. Mucho miedo porque estoy sola, miedo porque estoy sola en mi labor de parto.
En este caso el miedo no puede parar el curso natural de las cosas, no puedo salir corriendo y no estoy preparada para abandonar mi cuerpo. El momento avanza y el dolor de la vida se hace latente en mis entrañas. Vida y muerte se vuelven lo mismo en ese preciso instante, aflora la luz, y la oscuridad del ser toma poder.
Vidas que se viven sin ser vividas, visiones que acontecen hechos que no existieron, o puede que si lo hicieran en las memorias de mis abuelas, de todas esas mujeres que me precedieron. Mujeres que parieron solas, en los bosques, en los ríos, en las casas,… mujeres con miedo, mujeres con fuerza, mujeres con poder. Mujeres con alma.
Y me siento privilegiada por vivir por un instante, lo que no es mío, lo que no me pertenece, tomando con agradecimiento la sabiduría y las herencias de mis mujeres, para sanarlas, para transitarlas, para poder aceptarlas y vivirme libre, para escribir una historia diferente. Y lo hago desde el corazón, desde la imaginación al cerrar mis ojos, para sentir ese mismo dolor de vida pero esta vez acogida entre los brazos de un hombre consciente que me besa, que me susurra al oído, que me acaricia la piel y se entrega en alma. Estamos juntos en esta labor de parto, respirándonos, construyéndonos, trayendo vida desde el amor y la conciencia. Y es así como cambian su curso, las mareas.
Yolanda Gómez
Visión del taller de respiración ovárica 2017.