
La Magia de la Muerte
Relatos Personales sobre la Transición de mi Hermano
Relato 4
En el Velatorio
Entre el cansancio de no haber dormido bien desde que llegué a Nueva York y la sensación irreal de saber que el cuerpo de mi hermano estaba en esa caja y que no podía abrazarle ni besarle, me sentía como en una burbuja, como en una pesadilla de la cual me quería despertar y no podía. Cuando llegamos al velatorio, que se hizo en una sala grande y fría, toda la familia, Ana, unos primos, y una tía que venía de Florida pasamos unas horas a solas con él. Estuvimos al lado de su ataúd mientras que los dos videos, que había hecho unas horas antes, se reproducían una y otra vez.
El lugar estaba lleno de flores y tres fotos de gran tamaño lo adornaban. Una de mi hermano al lado de su ataúd y otras dos fotos de sus dos perros que se llamaban Honey y Brooklyn junto a las cenizas de ambos. Volvíamos a sentir tantas emociones juntas a la vez, tocábamos el ataúd con la esperanza de sentirnos más cerca de él. Habían momentos en los que nos sentábamos en calma y resignación, en otros nos acercabamos a tocar esa caja donde estaba su cuerpo, y en otros nos echamos encima llorándole desconsoladamente. A veces sentía que él estaba ahí con nosotros, también triste al ver nuestro dolor. En varios momentos durante ese día sentí su presencia, en su propio velatorio, acompañándonos en este proceso.

Recuerdo que hacía mucho frío en ese lugar, estábamos en pleno verano y el aire acondicionado estaba al máximo. Me sentía como cuando uno tiene fiebre, estaba sin fuerza y tenía escalofríos constantemente por todo el cuerpo. Para recuperarme, salía afuera a coger un poco de sol para calentarme. En una de esas veces que fui sola, observé de lejos a un hombre alto que venía hacia mí. Cuando se acercó, no me dijo nada y me abrazó. En ese momento no lo reconocí, pero me dejé abrazar por ese desconocido. Me dio uno de esos abrazos que te arropan el alma, fue un abrazo muy especial porque lo sentí muy familiar y cercano. Sentí como si a través de ese hombre mi hermano me estuviera abrazando. Después de ese largo y cariñoso abrazo, me di cuenta que era Mike, un gran amigo que fue como un hermano para Jairo.
Mike y yo hablamos un poco de Jairo. Lo que más recuerdo de esa conversación fue cuando comentaba lo muy profundo y espiritual que era Jay y que ellos en ocasiones tenían largas conversaciones de este tipo. Esto me sorprendió porque yo no tenía a mi hermano como alguien que le gustará hablar de estos temas. De hecho, unos días antes, Ana hablando conmigo de mi hermano, me dijo que cuando él veía lo que yo compartía desde Templo Femenino (que tiene que ver con lo espiritual y el despertar de la energía femenina en hombres y mujeres) él hacía comentarios jocosos y burlones de las ceremonias “raras” que yo hacía. Cuando Ana me lo comentó, no me sorprendió para nada, porque él era así. De hecho, ya tengo muy asimilado que ese es el sentir de mi familia en general. Yo ya sabía que él pensaba que lo que hacía era un poco raro, o por lo menos, no enteramente comprendido. De hecho, no recuerdo haber hablado con el de las ceremonias que hacía, pero me alegró saber que veía lo que compartía en las redes.
Por eso, cuando Mike me dijo que consideraba a Jay como un hombre profundo y espiritual, me sorprendió y a la vez me generó aún más tristeza por no llegar a conocer esa faceta de mi hermano. Durante los 6 años que no lo había visto, hablamos pocas veces, y cuando lo hacíamos era para los cumpleaños, año nuevos, o para hablar de los niños y planear cuándo nos veríamos. A veces recuerdo decirle a Javi que sentía como si no tuviese un hermano. Parte de mi duelo tuvo mucho que ver con la sensación de que los dos nos habíamos perdido partes importantes de nuestras vidas. Yo no conocía esa parte profunda y espiritual de mi hermano, y él no sabía tantas otras mias, pero de alguna forma en esos días, me lo estaba expresando. Por eso sentí la necesidad de pedirle a Mike que me contara más cosas de mi hermano, sobre todo de esa parte espiritual que no conocía y que me sorprendió gratamente.
La fría sala del velatorio ya estaba llena de gente que venía a acompañarnos. Estuvimos ahí todo el día, desde la mañana hasta entrada la noche, y durante ese tiempo entraba y salía muchísima gente. Vi a personas que no había visto en muchos años, estuvieron sus amigos más cercanos, e incluso personas que él apenas conocía. Todos sus compañeros de trabajo, que lo querían mucho, y hasta alguna que otra ex novia que vinieron a darle su último adiós. Me di cuenta lo muy querido que fue mi hermano por la cantidad personas, que como su familia, estaban también devastadas con su pérdida.
Yo seguía en la burbuja, y por largos periodos de tiempo me quedaba sentada, ahí en la primera fila, en frente de su ataúd junto a mis padres y a mis hermanas. Mientras detrás de nosotros, en esa sala enorme, toda esa gente nos acompañaban en nuestro dolor. Fue en ese momento que mi hermano me regaló uno de los momentos más mágicos que he vivido en mi vida.
Estaba sentada abrazada a mi hermana menor, Jessica. Al lado, se sentaba mi madre que en ese momento se había puesto de pie para saludar a alguien. Recuerdo que yo ya no quería saludar a nadie, solo quería estar ahí abrazada a una de mis hermanas... Miraba hacia abajo tocando cariñosamente una pulsera de cuentas negras que era de mi hermano y que cogí de su mesita de noche al llegar a Nueva York. Esta pulsera la llevaba puesta en mi muñeca todo el tiempo. Recuerdo que deseaba que Jay la hubiese usando mucho para sentir que tenía algo suyo cerca de mi. Tocaba la pulsera con mucho amor, en ese momento la tenía como un amuleto sagrado.
Mientras tocaba la pulsera, mi tía que es una mujer católica muy creyente, se sentó al lado mío y al ver cómo tocaba la pulsera de mi hermano, me entregó un rosario. Me dijo que quería regalármelo para que rezará por mi hermano. Con respeto, le di las gracias y se lo devolví. Le dije que no lo iba a usar, que tenía otras formas de rezar y de comunicarme con mi hermano. También con cariño, le dije que por favor le dejara el asiento de nuevo a mi madre, porque necesitaba estar cerca de mis padres y mis hermanas. En ese momento solo quería estar junto a ellos y sentirme arropadas por ellos.
Puse mi cabeza sobre el hombro de mi hermana, y volví a mis pensamientos, tocando la pulsera de Jay que ya era sagrada para mí, escuchando las canciones del video que se repetían, estaba inmersa como en un trance. Sentía como en ocasiones algunas personas se iban acercando a su ataúd. No las veía porque mi mirada estaba fija en la pulsera. Pero en una de esas ocasiones, cuando levanté la mirada, vi por el rabo del ojo a un hombre alto que se acercaba al ataúd. Me entró curiosidad de mirar para ver quién era. En ese momento, ocurrió algo que ni yo podía creer. No fue una visión o un reflejo extraño o una confusión. Esa presencia no era alguien que estaba ahí despidiendo a mi hermano, era su aura, su energía, su espíritu que por un momento fugaz pude ver. Estaba al lado de su ataúd mirando en nuestra dirección. No vi su cara claramente, solo vi su silueta alta, delgada, y translúcida, cubierta en luz blanca. Estaba viendo su alma. Hizo un gesto con su mano, un gesto que me transmitió “estoy aquí”, seguido por un “gracias por este homenaje, me ha encantado”.
Al principio pensé que entre las lágrimas, el cansancio y las flores blancas que estaban al lado del ataúd, me había confundido, que era algún efecto visual. Pero me restregué los ojos, y vi su presencia tan claramente que es por eso que lo comparto aquí.
En ese mismo instante me senté derecha y me aferré con fuerza a mi hermana y sin importarme si me creería o no, le dije al oído con voz de asombro y llorando… “Jessy, Jessy acabo de ver a Jay, seguido por un, “te juro Jessy que lo acabo de ver”, no se cuantas veces le repetí que lo juraba. Como yo misma no podía creer lo que me acababa de pasar, pensé que nadie lo creería tampoco. Ella solo me abrazó y nos quedamos ahí juntas.
Se que la muerte es un tema tabú y es por eso que también he querido compartir esto. Estas visiones seguramente pasan con frecuencia y muchas personas pasan por experiencias similares, aunque no se hable abiertamente de ello. Yo sé que los espíritus se pueden manifestar de muchas formas. Yo solo recuerdo haber visto estas energías en dos ocasiones: Una fue del alma de un perro muy especial que vi en forma de burbuja que rebotaba en el campo donde fuimos de camping, y donde el perro había vivido y se había enterrado. Y la otra fue de un hombre que vi muy claro en casa, con un traje de época que desapareció al instante que lo vi. Miguel me había dicho en una ocasión, cuando estuvo viviendo con nosotros durante un par de semanas, al mudarse a Mallorca, que un ancestro mío que me protege y cuida, venía a verme de vez en cuando a ver cómo estaba. Cuando esto pasó, pensé que podría ser el. Estas dos experiencias las vi también de forma fugaz. Pero ver a mi querido hermano con esa luz, fue para mi uno de los regalos más grandes que él me podría haber dado.
Hay tantos pequeños detalles que sucedieron durante ese largo y duro día, pero esta experiencia es la que quería compartir en este relato. Para mi, fue una confirmación más de que todo lo que estaba viviendo y sintiendo esos días era real, sentía aún más certeza en mi corazón que no era solo mi imaginación.
La Misa en la Iglesia
Al día siguiente en la mañana, fuimos a la misa en una iglesia cerca de donde mi hermano pasó unos años muy felices de su vida. Hacía muchos años que no iba a una misa. Como siempre digo, mi religión es el amor, y mi templo es la naturaleza. Para mi Dios es la energía que habita en todo el universo, por ende Dios está en cada uno de los seres de la tierra y del Universo. Mi familia es católica practicante y por eso se hizo una misa en su honor. Aunque considere que por lo general las religiones separan y controlan, en vez de unir y empoderar, yo respeto otras prácticas ceremoniales.
Cuando entré a la iglesia y vi el ataúd de mi hermano ahí, fue otro momento surreal para mi. Mientras se llenaba la iglesia de gente que le quería, recordé que la última vez que vi a mi hermano fue también con motivo de otra ceremonia, su matrimonio en una iglesia en Colombia. Mientras caminaba con mis padres y mis hermanas para sentarnos en la primera fila de la iglesia, el sacerdote desde atrás nos llamó para que una de nosotras le ayudara con algo. Yo fui, el necesitaba recordar cuál era el nombre de mi hermano... En ese momento sentí una profunda tristeza ya que ese hombre no sabía ni el nombre de la persona que íbamos a honrar en su misa que iba a empezar en solo unos minutos.
Regresé a mi asiento y veo que mi tía está sentada en la primera fila al lado de mis hermanas. De nuevo y sin ninguna intención de herirla, le dije que necesitaba estar ahí al lado de ellas y de mis padres, y que por favor se sentará en otro lugar. Ella me dijo que se sentaba ahí para explicarme cosas de la misa por si yo no las entendía. Yo le dije que no era necesario, que lo más importante para mi era estar con mi familia. Ella lo entendió, pero igualmente desde la segunda fila me iba de vez en cuando diciendo lo que tenía que hacer y porque se hacían ciertas cosas.
Como era de esperar, la misa fue aburrida y sin sentimiento alguno. Imaginé lo bonito que hubiese sido hacerle una despedida con significado, que verdaderamente celebrará su vida. Siento que en una ceremonia de despedida deberíamos de estar todos compartiendo desde el corazón, anécdotas, risas, historias y experiencias de las personas que lo conocieron y amaron. Pero en nuestro caso, un hombre que minutos antes ni sabía el nombre de mi hermano, nos guiaba de forma despersonalizada. Me faltó el simbolismo que evocan las más bellas ceremonias que te conectan con el significado de la vida. Durante toda la ceremonia (misa) sentí una desconexión por la ausencia de la ritualidad sagrada para lo que debió de ser un importante rito de paso.
Describo esto porque mientras escuchaba la misa de repente tuve otra sensación muy fuerte. Sentí el mensaje de mi hermano, como si viniera de mi interior, pero sin ser un pensamiento mio, que me decía claramente y de una forma graciosa “I like your stuff better Mari” (mi hermano y yo hablamos entre nosotros en inglés). En español quiere decir: “Prefiero las cosas que tu haces Mari¨. Cuando recibí esa información, tuve una sensación corporal de escalofrío seguido por una sonrisa interna y mucha felicidad, porque sabía que se estaba comunicando conmigo nuevamente. En ese momento estaba muy abierta a recibir e interpretar la información que iba sintiendo.
Estaba agradecida por esa comunicación, por estar abierta a recibir estos mensajes telepáticos que me enviaba. Después de todo lo que ya había vivido, no tenía dudas en mi corazón de lo que había pasado. Fue un momento que me permitió esbozar una sonrisa pese a la tristeza de ver un ataúd con el cuerpo de mi hermano ahí en el pasillo. Sonreí por un momento por que de alguna forma supe que él sabía que yo le podía escuchar. Interpreté esta comunicación como una forma de aprobación de lo que yo hacía y que él ya lo entendía, que ya no veía mis ceremonias como algo raro o como una tontería. Y esa aprobación por parte de mi hermano fue tan bonita para mi que simplemente no encuentro como explicarlo con palabras. Esta experiencia me hizo estar más pendiente de otras señales o comunicaciones que él sin duda haría en estos días de duelo. Lo sentía siempre presente ahí con todos nosotros a diario.
Después de la misa, ya estando fuera de la iglesia, Ana, la ex esposa de mi hermano nos dio a cada uno un globo que soltaríamos junto con un mensaje para él. Esto tenía el simbolismo de que mi hermano está arriba en el cielo. Mi madre y otras personas se emocionaron al soltarlo. Al ver estos globos elevarse, me daba cuenta lo muy errada de esta metáfora. En realidad, su alma estaba aún interactuando a su manera con nosotros como siguió pasando en el lugar donde más tarde le daríamos nuestro último adiós a su cuerpo y se llevaría a cabo su cremación.
Relato de la Flor Violeta
Después de pasar más de una hora en el tráfico neoyorquino detrás del coche fúnebre que llevaba el cuerpo de mi hermano llegamos al lugar donde se llevaría a cabo la cremación. Pensé que él también se estaría despidiendo de esta ciudad que él tanto quería. Estábamos en una sala donde esperamos unos minutos antes de entrar al salón, donde estaríamos dándole al cuerpo de mi hermano el último adiós. Algunos estaban afuera al sol, fumando un cigarrillo, y el resto estaban adentro. Yo entré un momento al servicio que estaba justo en la entrada. Cuando salí del servicio, vi a un hombre que estaba entregando una rosa a cada persona que entraba al salón. El propósito de la rosa era que cada persona la pusiese sobre el ataúd tras su despedida.
Vi que ya casi todos tenían su rosa en la mano. La mayoría eran blancas pero también habían unas cuantas rojas. Cuando el hombre se acercó buscando a las personas a quienes les faltaba una flor, vi en su ramo que entre las rosas blancas y alguna roja, había una de color violeta. Era la única flor de ese color. Recuerdo pensar, “yo quiero esa flor...”, ya que el violeta es mi color favorito. Pues en ese momento, y sin yo pedirla, el hombre se acercó y fue justamente esa flor la que me dio.
Cuando esto ocurrió pensé “que suerte que me haya tocado esta flor justo a mi...” Pero de repente, me dió curiosidad por ver si alguien más tenía una flor violeta. Fuí caminando por el salón mientras esperábamos, y nadie tenía otra flor violeta. Salí a ver las rosas de las personas que esperaban afuera, y absolutamente todas eran blancas y rojas. La mia era la única rosa que, entre tantas flores, era violeta - la única! Fue una coincidencia que no pasó por casualidad. Supe en ese momento que era otro mensaje de mi hermano que se manifestaba por medio de esta sincronicidad. Las sincronicidades son manifestaciones divinas que interactúan en el plano terrenal y encierran un significado para ti que se revela si estás abierto y eres consciente que es una de las vías de comunicación entre los dos planos. Estas sincronicidades fueron parte de la magia que experimenté durante esos días en Nueva York.
Lo más asombroso fue cuando me di cuenta que mi flor era la única que venía con el tallo insertado en un botecito con agua para preservarla mejor. Fue ahí cuando supe que esa flor era un regalo más que mi hermano me estaba haciendo. Los regalos de mi hermano fueron especialmente significativos porque como recuerdan días antes en la pequeña ceremonia improvisada que hicimos en Mallorca, antes de mi viaje a NY, solo pude utilizar unas flores, una velas, y sus fotos porque no tenía ningún otro objeto regalado por él.
También esta flor que ahora conservo seca en un portaretrato me sirve para recordar que la vida se va, pero florecerá de nuevo una y otra vez en otras flores. En ese momento, tuve claro que no dejaría la flor sobre el ataúd, que me la traería a España y que cuando se secara, la pondría en un lugar para recordar que también debemos honrar a la muerte con la belleza de una flor.

Según iban todos despidiendo al cuerpo de mi hermano, poniendo su flor encima de su ataúd, presencié una situación que me llamó la atención: Cuando una persona, con la cual mi hermano no estaba en buenos términos, intentó poner su flor encima del ataúd, la flor se cayó al suelo, no una vez, sino dos veces y de una manera peculiar. No se resbalaba y caía, más bien parecía como si una fuerza invisible la tirara con rechazo. Cuando vi que la flor cayó por segunda vez, y que a la tercera vez esta persona se tropezó con el ataúd haciendo que se moviera un poco, sentí intuitivamente que mi hermano estaba usando su energía para dejar clara su inconformidad.
Cuando me decidí a ir a despedirme, compartí la anécdota que acababa de ocurrir con mi flor violeta, y hubiera compartido muchas otras vivencias maravillosas de los últimos días, pero no sé porqué, sentí que no podía expresarme con fluidez en inglés, como si la hubiera perdido después de vivir tanto tiempo en España, o tal vez era porque estaba nerviosa.
Me puse de pie, fui hacia el ataúd, y le dije de nuevo a mi hermano cuanto lo amaba y cuanto sentía no haber podido verlo en tanto tiempo. Yo era la única que no lo había visto en tan largo tiempo, creo que es por eso que me regaló tantos momentos inolvidables con su transición. De forma espontánea, abrazando su ataúd, empecé a cantar desde lo más profundo de mi alma y con una voz quebrada, la misma canción que había cantado en la pequeña ceremonia que le había hecho en España. Para mi fue la forma más sentida de despedirme del cuerpo de mi hermanito.
En el Restaurante
Cuando salimos del crematorio, ya era pasada la hora de comer, o como decimos en Colombia, la hora de almorzar. Estábamos en los jardines del lugar decidiendo donde ir. En principio, solo íbamos a ir nosotros junto con mis primos y tía que vinieron desde Orlando Florida al funeral. Mientras decidíamos dónde ir, vino un gran amigo de mi hermano Manny y nos dijo que cerca de donde estábamos había un restaurante de mariscos y pescados que a Jay le gustaba mucho. Instantáneamente todos juntos decidimos ir a ese restaurante. Fuimos un grupo grande, Manny, Greg con sus compañeras que también eran muy buenas amigas de Jay, una prima de mi madre y sus hijos que eran como hermanos para Jay, y otros amigos íntimos que también se unieron. Todo se dio de una forma espontánea y fluida.
El restaurante estaba en un lugar de Brooklyn muy bonito que tenía una vista al río Hudson y de lejos se veía la estatua de la libertad. Cuando emigramos a Nueva York desde Colombia, mi hermano tenía solo 5 años, por lo que él, aunque siempre ha estado muy orgulloso de su tierra y sus raíces colombianas, siempre fue muy neoyorkino de corazón. Y fue justamente en el barrio de Brooklyn donde vivió la mayor parte de su vida.
Al llegar al restaurante, todos teníamos una energía diferente. Estábamos con ganas de celebrar en vez de seguir llorando. Fue algo muy extraño para mi y por eso quiero escribir acerca de lo que vivimos en esas horas que estuvimos en ese restaurante. Para mi fue un momento muy especial porque se convirtió en lo que debió ser su despedida. Un momento para honrar su memoria y celebrar su vida como a él le gustaba, en familia y con sus amigos. El hecho de estar ahí con sus más íntimos amigos, que lo conocían mejor que yo, me permitió saber más acerca de él en estos últimos años.
Era un día muy bonito de verano porque no hacía ese calor neoyorquino de Agosto. Como estábamos al lado del río, llegaba una brisa muy agradable. No tuvimos que esperar mucho para sentarnos. Mientras juntaban las mesas quise estar cerca de sus amigos, aunque luego de comer íbamos rotando de asiento para compartir nuestras historias entre todos. Todo el tiempo que estuvimos ahí, sentí a mi hermano muy presente, lo sentía muy feliz, como si estuviera disfrutando de vernos a todos juntos.
Cuando vi el menú y vi que no había casi nada para vegetarianos (yo no como carne, ni pescado, ni mariscos) de una forma muy espontánea decidí pedir un salmón con quinoa en honor a mi hermano. Esto fue algo que me sorprendió a mi misma, porque hacía 14 años que no comía ningún tipo de pescado. Es como si algo dentro de mí, sin pensarlo hizo que tomara esa decisión en ese momento. Estaba en uno de los lugares favoritos de mi hermano, con su familia y amigos, con la gente que él quería, comiendo algo que le gustaba. No lo dude ni un segundo.

Durante la comida, bebimos vino y comimos rico. He de decir que disfrute mucho el plato y no sentí ninguna culpabilidad por haberlo comido. Fue una tarde mágica no solo por sentir su presencia ahí con nosotros, pero también por la sensación de sentirle feliz. De alguna forma, supe que eso era lo que él deseaba ver. El ya no quería ver más llantos y tanto dolor por su pérdida. Él de alguna forma estaba haciendo que todo fuera posible para que lo viviéramos así.
Todos nos reíamos, ya teníamos otra cara. Estábamos muy presentes disfrutando de ese momento. Por unas horas, el dolor pasó a ser celebración. Hablamos de él, contábamos anécdotas, historias, chistes que hacía. Mi hermano siempre fue muy bromista. Luego pasamos a hablar de otros temas, y así con el siempre presente celebramos como a él le gustaba.
Fue en ocasiones y para varios de nosotros un momento de emociones encontradas algo desconcertante ya que horas antes estábamos despidiéndonos de su cuerpo. Pero como por arte de magia, estábamos todos envueltos en una energía de celebración. Fue una tarde maravillosa que llevaré grabada como uno de los momentos más espontáneos y divertidos de esa dolorosa semana.
Comparto esta vivencia, porque siento que esta debería de ser la manera de honrar a nuestros seres queridos. El proceso de duelo y dolor continuará como una montaña rusa, pero estos momentos de celebración, haciendo lo que en vida le gustaba hacer a tu ser querido, traerán paz y sosiego a tu corazón y al espíritu de tu ser amado. Para nosotros, lo mágico de este momento, fue que pasó de una forma totalmente fluida y espontánea gracias a otra sincronicidad que nos regalaba la vida.